¿Dónde nacen las olas?

03.04.2013 20:55

Que las olas son creadas por el viento, es algo conocido por todos, y para demostrarlo no hay más que soplar en la bañera. Si tiramos una piedra en el estanque esta aplasta el agua y produce un hundimiento en la superficie, que al poco tiempo por el empuje hidrostático del resto del agua circundante, es empujado hacia arriba para buscar el estado de equilibrio, sobrepasando la altura original debido a la inercia de la masa de agua que sube.

Al volver a bajar debido a la gravedad, sobrepasa el nivel de la superficie para repetir el ciclo que se atenúa lentamente en el tiempo debido a las fuerzas de rozamiento (viscosidad).

Cuando sopla sobre la superficie lisa del agua la capa de aire en contacto con la superficie se frena y produce pequeños torbellinos de presión que hacen las veces de la piedra del párrafo anterior.

Cuando las olas son muy pequeñas del tamaño de 1 ó 2 centímetros, existe una fuerza llamada ‘tensión superficial’ que tiende a eliminarlas. Dentro del agua todas sus moléculas se atraen entre sí, pero las que están justo en la superficie no tienen a ninguna por encima suyo que las atraigan de modo que sólo son atraídas por las que están debajo. Esto tiende a hacer que el agua minimice su superficie, al quedar todas ellas lo más cerca posible unas de otras.

 

En definitiva la superficie del agua es una ‘capa’ más dura que el interior del agua. Por esta misma razón una gota de agua cayendo tiende a tomar la forma de una esfera ya que esta ofrece la menor superficie para un volumen cualquiera. Existen muchos otros efectos como consecuencia de la tensión superficial como es la capilaridad. La tensión superficial permite a las hélices de superficie obtener rendimientos más altos al ‘morder’ la hélice una capa de agua más dura que el resto de la masa de agua bajo la superficie.

Una vez formadas olas pequeñas, el viento que sigue soplando produce torbellinos tras cada cresta que al provocar pequeñas sobrepresiones, aumentan el tamaño de ésta, ganando en altura. El efecto crece sin cesar hasta que las olas son tan grandes que se rompen cuando su ángulo de cresta alcanza los 120º. Esta rotura viene a producirse cuando la altura alcanza 1/7 de su longitud de onda. Al romper empujada por el viento se producen los famosos ‘borregos’.